A las 7,30 h. salí del albergue y comencé a bajar hasta el Puente del Diablo para subir hasta la Ermita de Sta. Águeda.
En aquel punto me di cuenta de que había
perdido mi gorra, pero no me apetecía volver a subir para buscarla, así que
continué andando.
Aquel día paisaje cambió totalmente. Habían
desparecido los bosques y los caminos rurales, siendo sustituidos por asfalto.
Pasé por Barakaldo, Sestao y Portugalete.
Desembocadura del Nervión con el puente
colgante que tiene la función de transbordador entre Portugalete y Getxo,
inaugurado en 1893 y desde 2006 es Patrimonio de la Humanidad.
Y la iglesia de Santa María.
A la altura del albergue un ciudadano me llamó
la atención indicándome que no me encontraba en el camino correcto y se brindó
a acompañarme unas calles para dejarme encaminado hacia la salida de la ciudad.
Se trataba de Saturnino y él mismo me recordó una frase que circula entre los
peregrinos: “En Portugalete para no errar
el camino, pregunta por Saturnino”.
Antes de salir de Portugalete me compré una nueva gorra, la primera que
vi.
A la salida de la ciudad tomé un carril bici
de 10 km.de largo que me llevó hasta el puente
de Pobeña.
Al llegar a éste encontré un letrero que
indicaba que estaba en obras y me redirigió hacia una carretera junto al río
Barbadún, donde desaparecieron las flechas. Afortunadamente, en aquél mismo
momento me encontré con un vecino, Juan Ángel, que me ayudó a cruzar el río y
llegar a Pobeña. Fue la primera vez que
llegué a un albergue que aún no había abierto. Mientras esperaba fueron
llegando peregrinos, entre ellos un grupo de chicas de Castellón que me
invitaron a un bocata de jamón. Hambriento y tratándose de jamón, no pude
negarme. Posiblemente el mejor momento de esta etapa.
32 km. para volver a caminar junto al
mar.
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