Aquél día también amaneció nublado y a medida que el
camino se alejaba de la costa iba incrementándose una fina lluvia que me
acompañaría hasta medio día.
Salí muy pronto de Helgueras y
dejé atrás a los alemanes, que tenían previsto salir sobre las 9. Estaba
amaneciendo cuando dejé atrás la Playa de Tregandín
y entré en Noja pasando por la
Iglesia de San Pedro.
El camino transcurrió por
carreteras comarcales. La diferencia con los días anteriores era que
prácticamente no había subidas pronunciadas. Pasé por varias poblaciones: San
Pantaleón, Castillo, Meruelo, Bereyo, Güemes, Galizano y sobre las 14 h. llegué
a Somo.
Una
vez en Santander, y como no quería quedarme en ella, tuve que cruzar toda la
ciudad.
Y
como con todas las ciudades grandes, se me hizo tedioso atravesarla. Una vez
fuera, el camino no cambió demasiado con respecto a como había sido anteriormente
hasta Stanta Cruz de Bezana.
Junto
a la Iglesia de Santa Cruz había un letrero que indicaba lo que me faltaba
hasta Boo de Piélagos.
Dado
las horas que llevaba caminando se me hizo un poco pesado el llegar hasta allí.
Por
estos lugares como en tantos otros del país hay urbanizaciones donde los
habitantes son las vacas y algunas aves.
Poco
después llegué a Boo de Piélagos.
Allí
el albergue que había era privado y más que albergue se trataba de un
apartamento para peregrinos. El precio por persona en apartamento era de 12
euros. Incluía desayuno y las camas y literas estaban vestidas. Los
apartamentos estaban equipados con cocina, nevera y lavadora. La propietaria,
la Sra. Piedad, era una persona más que amable y trataba con mucho cariño a los
peregrinos. Gracias Señora.
La
casa de la Sra. Piedad.
Aquí
coincidí con un par de chicas de Madrid, un joven italiano llamado Andrea y
Jesús, un gaditano que caminaba pocos kilómetros cada día. Concretamente me
dijo que la etapa que yo había hecho aquél día de 42,3 km. él la había hecho en
tres días. No se quién lo hacía mejor, supongo que lo mejor es hacer cada uno
lo que crea oportuno.
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