domingo, 28 de octubre de 2012

12ª ETAPA: SERDIO - LLANES 26.08.2012


Justo al amanecer dejé Serdio y me encaminé hacia Unquera.
Por primera vez tuve que ponerme un chaleco polar ya que al amanecer hacía frío. Lo más destacable de aquél tramo fue un sendero con maleza que no habían limpiado y que descendía vertiginosamente en su parte final que llevaba a la entrada de Unquera. Esta ciudad, entre otras cosas es famosa por un dulce de hojaldre “La corbata de Unquera” que está elaborado a base de harina de trigo, mantequilla, huevos, almendra y azúcar. Por supuesto que desayuné corbatas antes de cruzar el puente sobre la ría de Tina Menor, desembocadura del río Nansa, que me llevó a Asturias.


Ascendí por un sendero muy cuidado y empedrado. A mitad del ascenso me encontré con un señor alemán, de un pequeño pueblo fronterizo con Austria, de 75 años, que llevaba dos meses caminando por los Picos de Europa, enamorado de aquellos montes, con el que compartí un rato de conversación. Aquél sendero pasaba junto a una capilla de ánimas donde una inscripción en bronce marca la distancia hasta Santiago: 427 kilómetros.

A mi no me cuadraban los km. pero supuse que estaba, aproximadamente, en el “Ecuador del Camino”.

Desde aquella altura se podían ver los Picos de Europa.


El camino durante unos kms. se me hizo pesado al tener que hacerlo por carretera hasta que pasada la población de Pendueles tomé el GR-E-9, que me permitiría tener muy buenas vistas del mar. Pasados unos kms. un cartel indicaba que la parte de la costa en que me encontraba era conocida con el nombre de los Bufones de Arenillas. Se trataba de unas grietas o chimeneas abiertas en la costa y conectadas con simas marinas por las que el agua salada penetra a presión, formando surtidores de agua pulverizada que pueden alcanzar más de 20 metros de altura. Esto es así cuando se reúnen las condiciones adecuadas. Yo me quedé sin verlo.


El GR continuaba y unos kms. mas adelante llegué a Andrín, desde donde subí al mirador de la Playa de las Bellotas.

 Desde aquel punto, según la guía, lo mejor era ignorar la carretera y coger un sendero que a media ladera conducía, tras una gran vuelta, a la ermita del Cristo del Camino. Tenía razón en una cosa: “es una gran vuelta” interminable que no me aportó nada y las vistas de Llanes


no mejoraron sensiblemente desde ese camino. Se me hizo eterno, hacía calor, no había ni una sola sombra y mucho menos una fuente. Ideal como final de una etapa de 32,5 km.

La tarde la dediqué a pasear por Llanes y ver de cerca los Cubos de la Memoria en la escollera del puerto, de Agustín Ibarrola.

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